El miedo es algo natural al ser humano, gracias a él hemos sobrevivido desde el inicio de los tiempos, evitando peligros y desarrollando un instinto que nos dice cuándo algo no está bien, sin embargo, en otros aspectos no nos ha permitido arriesgarnos a cosas que deseamos o que pueden ser positivas para nosotros, y uno de los principales miedos, aparte del de hablar en público, el cual es considerado como un temor superior al de la muerte, se fundamenta en ver vulnerada nuestra imagen, se basa en el miedo al qué dirán, en que se vea golpeado nuestro ego. Muchos de los miedos se basan en las tantas ideas que nos hacemos en la cabeza de un futuro en el que las peores cosas sucederán, en el que probablemente se burlen de nosotros o nos consideren incapaces para hacer algo y perdamos así autoridad o respeto, he ahí el meollo del asunto!, somos expertos en imaginar el peor escenario, sin saber por qué el ser humano está condicionado para tener más pensamientos negativos que positivos, y eso se manifiesta principalmente, cuando estamos frente a la incertidumbre de qué pasará cuando enfrentamos una situación en la que no nos sentimos seguros de nosotros mismos o de los resultados de nuestras acciones o decisiones.
Quizás lo que sucedía cuando estábamos en el colegio, donde los peores verdugos podrían ser nuestros propios compañeros, o tal vez el comentario negativo de uno que otro amigo o familiar, o de pronto nuestro propio diálogo interno, nos llevaron a una autocrítica y perfeccionismo sin sentido, una en que fallar decía más de nuestras capacidades que de nuestras ganas de arriesgarnos a algo nuevo, a pensar diferente, a romper paradigmas y creencias; por fortuna tenemos muchos ejemplos de personas que entendieron que fallar y equivocarse no son más que una manera de aprender, progresar y ser mejores, qué hubiera pasado si tantos inventores hubieran desistido al primer intento de sus experimentos?, seguramente seguiríamos iluminados por antorchas, viajando a pie, enviándonos mensajes por cartas que durarían meses en llegar, esto y otras tantas cosas, pero sólo quienes han logrado entender el poder que encierra el fallar y equivocarse han logrado aprender qué es lo que no sirve, para descubrir un camino hacia lo que si lo hace, porque si lo vemos de manera objetiva finalmente fallar es sólo un resultado, no dice nada de nuestras capacidades, pero si mucho de nuestro interés por querer ser mejores.
Qué pasaría si desde que son niños enseñáramos a nuestros hijos que está permitido fallar?, que es mejor intentarlo en vez de quedarse paralizados frente al miedo de lo que nadie sabe si ocurrirá, y menos en las magnitudes trágicas que muchas veces pasan por nuestra cabeza? que la satisfacción que se siente de haberlo intentado y darse cuenta que sí podíamos supera cualquier otra emoción?, qué pasaría si como líderes diéramos a las personas que tenemos a cargo la oportunidad de innovar?, de darse un espacio para abrir la mente e imaginar de qué otras maneras se pueden hacer las cosas? de promover un espíritu creativo donde es permitido aprender lo que no funciona para lograr descubrir lo que si lo hace?, en todo esto se encierra algo esencial, el espíritu transformador del ser humano que sólo puede ser alimentado y manifestado a través de restarle importancia al miedo y magnificar la esencia creadora que todos llevamos por dentro.
Entonces, demos al fallar la posición que se merece, usualmente ha tenido la connotación de algo negativo y destructivo, cuando realmente sólo ha sido una interpretación incorrecta, simplemente es parte de un ciclo, un ciclo de intentar, fallar, aprender y mejorar, así como le damos la oportunidad al acertar, porque también hay cosas que salen bien al primer intento, brindémosle la oportunidad al equivocarse y al fallar de demostrarnos todo el poder que encierran, un poder que sólo es bueno o malo de acuerdo a cómo lo interpretemos.
Seguro que en tu mente o tu corazón se encierra algo que siempre has querido hacer pero que no te has atrevido, quizás pensando que probablemente no te va a salir como deseas, algo que no has intentado para evitar que los demás se den cuenta que no lo lograste, así que hazte las siguientes preguntas, ¿qué pasaría si?, ¿a qué me atrevería si supiera que todo va a salir bien?, y no te quedes con la duda, es mejor intentarlo y fallar, que fracasar por no haberlo intentado, si tanto lo deseas, persevera y cree en ti, que con el tiempo sólo hay dos opciones, que tus deseos no sean tan fuertes como para afrontar las adversidades o que el destino ceda frente a tu fe y persistencia.